Son diseñados para poder removerse, como piezas independientes de la ropa que adornan. Si bien el concepto no es una novedad, ya que nacieron a mediados del siglo XIX, la presentación contemporánea se caracteriza por la variedad de colores, texturas y materiales. Los más simples son de tela con estampados, luego vienen los con apliques de pedrería, tachas, lentejuelas o perlas y los más complejos están a un paso de la joyería. Están los de puntas rectas que dan un aire de sofisticación y formalidad, mientras que los de los redondeados son más románticos, suaves y femeninos.
Lo interesante de esta tendencia es que se puede combinar el mismo cuello en un look casual como en uno más clásico o formal y lo mejor es que no necesitamos otro adorno para resaltar nuestro oufit. Este accesorio queda perfecto con sweaters, vestidos e incluso con las poleras más básicas, pero hay que evitar usarlos directo sobre la piel porque se verá como el típico disfraz de conejita y no será para nada shick
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